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Apuntes sobre la teoría de la epistemología de las ciencias jurídicas” (página 2)



Partes: 1, 2

Entre los trabajos dispersos en que por aquel entonces
expusimos al público nuestras ideas, bajo unos u otros
aspectos, sólo citaré el Manifiesto del Partido
Comunista, redactado por Engels y por mí, y un
Discursos sobre el librecambio, que yo publiqué, refiere
Friedrich Engels. Los puntos decisivos de nuestra
concepción fueron expuestos por vez primera,
científicamente, aunque sólo en forma
polémica, en la obra "Miseria de la
Filosofía
", etc., publicada por mí -cita
Karl Marx– en 1847 y dirigida contra
Proudhon.

Según la concepción materialista de la
historia, el factor que en última instancia determina la
historia es la producción y la reproducción de la
vida real. Marx nunca afirmó más que esto.
Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico
es el único determinante, convertirá aquella tesis
en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación
económica es la base, pero los diversos factores de la
superestructura que sobre ella se levanta -las formas
políticas de la lucha de clases y sus resultados, las
Constituciones que, después de ganada una batalla, redacta
la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso
los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los
participantes, las teorías políticas,
jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el
desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en un
sistema de dogmas- ejercen también su influencia sobre el
curso de las luchas históricas y determinan,
predominantemente en muchos casos, su forma. Es un juego mutuo de
acciones y reacciones entre todos estos factores, en el que, a
través de toda la muchedumbre infinita de casualidades (es
decir, de cosas y acaecimientos cuya trabazón interna es
tan remota o tan difícil de probar, que podemos
considerarla como inexistente, no hacer caso de ella), acaba
siempre imponiéndose como necesidad el movimiento
económico. De otro modo, aplicar la teoría a una
época histórica cualquiera sería más
fácil que resolver una simple ecuación de primer
grado.

Somos nosotros mismos quienes hacemos nuestra historia,
pero la hacemos, en primer lugar con arreglo a premisas y
condiciones muy concretas. Entre ellas, son las económicas
las que deciden en última instancia. Pero también
desempeñan su papel, aunque no sea decisivo, las
condiciones políticas, y hasta la tradición, que
merodea como un duende en las cabezas de los hombres.
También el Estado prusiano ha nacido y se ha desarrollado
por causas históricas, que son, en última
instancia, causas económicas. Pero apenas podrá
afirmarse, sin incurrir en pedantería, que de los muchos
pequeños Estados del Norte de Alemania fuese precisamente
Brandeburgo, por imperio de la necesidad económica, y no
por la intervención de otros factores (y principalmente su
complicación, mediante la posesión de Prusia, en
los asuntos de Polonia, y a través de esto, en las
relaciones políticas internacionales, que fueron
también decisivas en la formación de la potencia
dinástica austríaca), el destinado a convertirse en
la gran potencia en que tomaron cuerpo las diferencias
económicas, lingüísticas, y desde la Reforma
también las religiosas, entre el Norte y el Sur. Es
difícil que se consiga explicar económicamente, sin
caer en el ridículo, la existencia de cada pequeño
Estado alemán del pasado y del presente o los
orígenes de las permutaciones de consonantes en el alto
alemán, que convierten en una línea de ruptura que
corre a lo largo de Alemania la muralla geográfica formada
por las montañas que se extienden de los Sudetes al
Tauno.

En segundo lugar, la historia se hace de tal modo, que
el resultado final siempre deriva de los conflictos entre muchas
voluntades individuales, cada una de las cuales, a su vez, es lo
que es por efecto de una multitud de condiciones especiales de
vida; son, pues, innumerables fuerzas que se entrecruzan las unas
con las otras, un grupo infinito de paralelogramos de fuerzas, de
las que surge una resultante -el acontecimiento
histórico-, que a su vez, puede considerarse producto de
una fuerza única, que, como un todo, actúa sin
conciencia y sin voluntad. Pues lo que uno quiere tropieza con la
resistencia que le opone otro, y lo que resulta de todo ello es
algo que nadie ha querido. De este modo, hasta aquí toda
la historia ha discurrido a modo de un proceso natural y sometida
también, sustancialmente, a las mismas leyes
dinámicas. Pero del hecho de que las distintas voluntades
individuales -cada una de las cuales apatece aquello a que le
impulsa su constitución física y una serie de
circunstancias externas, que son, en última instancia,
circunstancias económicas (o las suyas propias personales
o las generales de la sociedad)- no alcancen lo que desean, sino
que se fundan todas en una media total, en una resultante
común, no debe inferirse que estas voluntades sean
iguales. Por el contrario, todas contribuyen a la resultante y se
hallan, por tanto, incluidas en ella.

Además, me permito rogarle -expresa
Engels– que estudie usted esta teoría en las
fuentes originales y no en obras de segunda mano; es,
verdaderamente, mucho más fácil. Marx
apenas ha escrito nada en que esta teoría no
desempeñe su papel. Especialmente, "El 18 Brumario de
Luis Bonaparte
" es un magnífico ejemplo de
aplicación de ella. También en "El
Capital
" se encuentran muchas referencias. En segundo
término, me permito remitirle también a mis obras.
La subversión de la ciencia por el señor E.
Dühring
y Ludwig Feuerbach y el fin de la
filosofía clásica alemana, en las que se contiene,
a mi modo de ver, la exposición más detallada que
existe del Materialismo Histórico.

El que los discípulos hagan a veces más
hincapié del debido en el aspecto económico, es
cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo,
refiere Engels. Frente a los adversarios,
teníamos que subrayar este principio cardinal que se
negaba, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio y
ocasión para dar la debida importancia a los demás
factores que intervienen en el juego de las acciones y
reacciones. Pero, tan pronto como se trataba de exponer una
época histórica y, por tanto, de aplicar
prácticamente el principio, cambiaba la cosa, y ya no
había posibilidad de error. Desgraciadamente, ocurre con
harta frecuencia que se cree haber entendido totalmente y que se
puede manejar sin más una nueva teoría por el mero
hecho de haberse asimilado, y no siempre exactamente, sus tesis
fundamentales. De este reproche no se hallan exentos muchos de
los nuevos «marxistas» y así se explican
muchas de las cosas peregrinas que han aportado…

Friedrich Engels, Carta a Joseph Bloch (1890)

  • Materialismo Histórico Moderno.

Fuera del campo del Marxismo, el Materialismo
Histórico es la hipótesis de que los rasgos
definitorios de las sociedades humanas y la evolución
histórica de las mismas han estado determinada o
fuertemente condicionada ante todo por factores materiales.
Debido al intento de establecer las ideas del materialismo
histórico de modo independiente a la versión
marxista del mismo, se han acuñado términos nuevos
como: "materialismo cultural", "funcionalismo
ecológico
", "determinismo
geográfico
", "determinismo
económico
", y otros, que pueden ser considerados como
concepciones materiales de la Historia. Diversos autores
académicos como Jared Diamond o Marvin
Harris
han tratado en detalle la evolución
histórica de extensas áreas geográficas, y
tratado de explicar rasgos definitorios de la sociedad a partir
de factores materiales, señalando que este tipo de
factores son los preponderantes cuando se trata de entender la
evolución de las sociedades y las
civilizaciones.

ONTOLOGÍA Y EPISTEMOLOGÍA.-
REALISMO E IDEALISMO.- SUJETO Y OBJETO.-

Los planteamientos epistemológicos están
dados en función del análisis de la experiencia en
términos de sujeto y objeto (S/O). La
fertilidad de este análisis, aparte de su
significación pragmática, es indiscutible, puesto
que desde sus coordenadas se organizan los métodos de la
fisiología y de la psicología de la
percepción. Sólo que tanto la fisiología,
como la psicología de la percepción, siendo
ciencias cerradas, presuponen ya dados (en la
experiencia adulta definida en un determinado nivel cultural) los
objetos que ellas mismas tratan de reconstruir: ese árbol,
o la Luna. Mientras que la problemática filosófica,
en cambio, se refiere al tipo de realidad que pueda corresponder
a los objetos dados mismos. Y estos objetos no se
circunscriben, en modo alguno, a aquellos contenidos que
constituyen el campo de la Fisiología y de la
Psicología, puesto que entre los objetos hay que hacer
figurar, cada vez en mayor número, a los
«objetos» introducidos por las ciencias modernas. Por
consiguiente, la problemática
«epistemológica» ha de considerarse
envolviendo a la teoría de la ciencia. Y esto se deduce
simplemente del hecho de que las ciencias mismas (sobre todo, la
ciencia moderna, a través de los nuevos aparatos, desde el
microscopio electrónico hasta el radiotelescopio)
contribuyen masivamente a los procesos de constitución de
los objetos del mundo y de su estructura. Dicho de otro modo: el
«mundo» no puede considerarse como una realidad
«perfecta» que estuviese dada previamente a la
constitución de las ciencias, una realidad que hubiera ya
estado presente, en lo fundamental, al conocimiento de
los hombres del Paleolítico o de la Edad de Hierro. Por el
contrario, el mundo heredado, en las diversas culturas, visto
desde la ciencia del presente, es un mundo «infecto»,
no terminado. Las ciencias, aun partiendo necesariamente de los
lineamientos «arcaicos» del mundo,
contribuirán decisivamente a desarrollarlo y, desde luego,
a ampliarlo (el «enjambre» O del Centauro, a 21.500
años luz; la «pequeña nube de
Magallanes» y el «enjambre» NGC362, a 50.000
años luz del Sol; las nebulosas de la constelación
del Boyero, a más de 200 millones años
luz,…).

Ahora bien: damos también por supuesto que la
disyuntiva filosófica, y el dilema consecutivo, entre el
realismo y el idealismo dependen del análisis de la
experiencia en términos de sujeto y de objeto.
Pues
la experiencia, así analizada, comporta, por un lado, la
organización apotética [183]
(borrar todos) y discreta de los objetos
constitutivos del mundo (árboles, Luna,…) y, desde
luego, de los otros sujetos, sobre todo animales; y, por otro
lado, la necesidad (postulada contra cualquier pretensión
«mágica» de acción a distancia [375])
de un contacto (de naturaleza electromagnética o de
cualquier otro tipo) de los objetos apotéticos en el
sujeto corpóreo, por tanto, la necesidad de que los
objetos del mundo afecten a los órganos de los
sentidos.
(El «empirismo», desde esta
perspectiva, se nos impone como una exigencia
ontológico-causal, antes que como una premisa
epistemológica). De donde la distinción entre un
objeto-en-el-sujeto (objeto intencional, objeto de
conocimiento, re-presentación) y un
objeto-fuera-del-sujeto (objeto real, objeto conocido,
presencia absoluta de la cosa).

Esto supuesto, podemos afirmar que solamente disponemos
de dos esquemas primarios utilizables para dar cuenta de la
conexión entre las afecciones (sensaciones) del sujeto y
los objetos apotéticos que les correspondan: el esquema
que considera a las sensaciones (al sujeto) -a los objetos
intencionales, si se quiere- como determinados (con-formados) por
objetos preexistentes (esquema encarnado en la metáfora
óptica del espejo: el ojo refleja los objetos exteriores,
según Aristóteles, y el entendimiento es el ojo del
alma) o bien el esquema que considera a los objetos
apotéticos como determinados (con-formados) por las
sensaciones (esquema encarnado en la metáfora
óptica de la proyección del fuego del ojo, que
recorta la sombra de sus formas interiores en el exterior, usada
por pitagóricos y platónicos). El primer esquema es
el núcleo del realismo (con sus variantes: espejo plano,
cóncavo, quebrado…); el segundo es el núcleo del
idealismo (con sus variantes: idealismo material, idealismo
subjetivo, idealismo trascendental). El idealismo, por ello,
está muy cerca del acosmismo y aun del nihilismo (de
hecho, la palabra «nihilismo» fue acuñada por
Hamilton para «diagnosticar» el empirismo
escéptico de Hume).

Estos dos esquemas, antes que respuestas, son el
principio de sendas preguntas, prácticamente insolubles.
El realismo, en efecto, equivale a un desdoblamiento del mundo
(objeto conocido/objeto de conocimiento) y, por tanto, al
planteamiento del problema de la trascendencia del conocimiento
del mundo exterior: «¿cómo puedo pasar de mis
sensaciones (inmanentes a mi subjetividad corpórea) al
mundo apotético trascendente, que permanece fuera de
mi?» Berkeley, mediante una reducción
geométrica de la cuestión (en términos de
puntos y líneas), formulaba con toda su fuerza el problema
de la trascendencia en §2 de su Ensayo sobre una
teoría nueva de la visión
de este modo:
«Todo el mundo conviene, creo yo, que la distancia
no puede ser vista por sí misma y directamente. La
distancia, en efecto, siendo una línea dirigida
derechamente al ojo, tan solo proyecta un punto en el fondo del
mismo». Pero el idealismo, por su parte, aun cuando orilla
el problema de la trascendencia, propio del realismo (al
identificar el objeto intencional con el objeto conocido, desde
Fichte a Husserl), lo hace abriendo otro problema que puede
considerarse como sustitutivo del «problema» de la
trascendencia, a saber, el problema de la hipóstasis o
«constitución del objeto» respecto del sujeto:
«¿cómo puedo segregar del sujeto los objetos
construidos y proyectados por las facultades
cognoscitivas?» Pues sólo tras un proceso de
hipostatización del objeto (que lo «emancipe»
del sujeto que lo proyecta) cabría dar cuenta de la
independencia que los objetos muestran respecto de la
subjetividad proyectante (los objetos se me imponen, incluso como
dados fuera de mí, en un período
«precámbrico», es decir, anterior a la
existencia de toda subjetividad orgánica proyectante).
Ahora bien, son las ciencias las que «constituyen» y
«proyectan» objetos tales (nebulosas
transgalácticas, estados ultramicroscópicos, rocas
precámbricas,…) que piden una emancipación e
hipóstasis mucho más enérgica de la que se
necesita para dar cuenta de la percepción ordinaria
precientífica de nuestro entorno actual. Puestas
así las cosas cabe afirmar que los intentos de
«superar» el realismo y el idealismo,
manteniéndose en el mismo marco binario [S/O] de
análisis que determina estas dos opciones, sólo
pueden tener lugar a título de variantes de una
«síntesis por yuxtaposición» del
realismo y del idealismo. Pero la síntesis de los dos
miembros del dilema no lo desborda: la «síntesis del
dilema» queda aprisionada por sus tenazas. La
síntesis, por lo demás, suele acogerse a la forma
de una codeterminación de sujeto y objeto, bien sea
según el patrón de los escolásticos
medievales (ex obiecto et subiecti paritur notitia) bien
sea según el patrón de los gestaltistas de nuestro
siglo («la distinción entre el yo y el mundo
exterior es un hecho de organización del campo
total
»), bien sea de cualquier otro modo.

Por nuestra parte reconocemos, desde luego, la necesidad
de volver una y otra vez al análisis de la experiencia
dentro del marco binario [S/O], pero constatamos también
la necesidad de desbordar dialécticamente el dilema en el
cual el marco binario nos encierra. A este efecto hemos propuesto
un marco para el análisis de la experiencia tal en el que
el análisis binario, sin ser ignorado, pueda constituirse
«reabsorbido», a saber, un marco que sustituya las
relaciones binarias por otras relaciones n-arias del tipo
[Si/Sj/Oi/Oj/Sk/Ok/Oq/Sp]. Desde la perspectiva de este nuevo
marco de análisis cabría decir que, evitando todo
tipo de realismo adecuacionista, podemos alcanzar las posiciones
propias de una concepción hiperrealista de las
relaciones entre el «ser» y el «conocer»
(un hiperrealismo cuyo primer embrión acaso se encuentra
en la metafísica eleática). El hiperrealismo, por
lo demás, acoge ampliamente «el lado activo del
idealismo» del que habló Marx en sus tesis sobre
Feuerbach. [88, 301-302] {TCC 859-863 / ? TCC 854-874, 898-912 /
? CC 382-402}.

TEORÍA DE LA CIENCIA.- DOCTRINA DE
LAS CATEGORÍAS.- TEORÍA DE LOS TODOS Y LAS
PARTES.-

La teoría de la ciencia y, desde
luego, la teoría del cierre categorial considera a la Idea
de Categoría como una Idea imprescindible para llevar
adelante el análisis filosófico de la Idea de
Ciencia. La Idea de Ciencia envuelve la Idea de Categoría
y ésta se conforma a su vez a través de la Idea de
Ciencia. Tal es, al menos, la tesis principal de la teoría
del cierre categorial.

Pero la idea de categoría envuelve a su
vez la idea de todo (o de totalidad). Las
categorías son totalidades.
Esta conexión se
advierte claramente a través de la conexión entre
la categorización y la clasificación (que, a su
vez, constituye uno de los modi sciendi [222] generales
de las ciencias positivas). Las clasificaciones implican
desarrollos de todos en partes y recíprocamente: el
«sistema periódico de los elementos»
-contenido central de la Química clásica- es una
clasificación y, por ello mismo, una totalización
en forma de sistema; también son totalidades las
constituidas por cada elemento químico (en función
de sus partes: electrones, nucleones, &c.); otro tanto hay
que decir de las totalizaciones asociadas a lo que por
antonomasia se llama «sistemática» en
Biología. Los «reinos», los tipos, las clases,
los géneros, las especies y, desde luego, los individuos
son totalizaciones (sistemáticas o
sistáticas) [49]. Por lo demás, la
tradición aristotélica (y, por supuesto, alguna
otra tradición diferente) conoció las
múltiples intersecciones que las ideas de todo y parte
tienen con la teoría de la ciencia y con la doctrina de
las categorías. A fin de cuentas, las categorías
aristotélicas fueron interpretadas como géneros
supremos y los géneros son totalidades (kaq´
o7loç); si bien es cierto que en la tradición
latina la sustitución de «todo» por
«universal» contribuyó a desvirtuar el marco
holótico en el que están dibujados los
géneros supremos o categorías. (Sin embargo, Santo
Tomás I, 77, a.1 ad 3 habla del totum universale,
es decir, del universal como un todo que está presente en
sus diversas partes, según toda su esencia y virtud,
«como animal en caballo y hombre».) Sin duda, la
clave del asunto hay que ponerla en la orientación
«formalista» que inspira el tratamiento de los
universales, no ya como totalidades, sin más, sino como
totalidades distributivas, en el contexto silogístico del
principio dictum de omni, al modo de Porfirio: «el
género es un todo, el individuo es una parte, y la especie
es a su vez todo y parte».

Sin embargo, hay circunstancias objetivas que
podrían ser invocadas para explicar la tendencia a
desentenderse de las ideas de todo y parte en el momento de
tratar las cuestiones gnoseológicas que se suscitan en
torno a las categorías. Estas circunstancias tienen que
ver (sin contar con el desprestigio que la Idea de
«todo» experimentó a consecuencia del
tratamiento que de ella hizo el holismo cuasi místico -el
de J.C. Smuts-, un holismo afín a la ideología del
totalitarismo político) con la multivocidad de los
términos todo y parte y con las paradojas y aun
contradicciones que estas ideas llevan aparejadas desde el
escepticismo griego. Paradojas que suelen ser despachadas por
procedimientos ad hoc (como es el caso de la paradoja de
Russell referida a los conjuntos autoinclusivos y resuelta
mediante el postulado de prohibirlos); o bien, la oscuridad de
los principios holóticos ligados al «axioma de
desigualdad» -el todo es mayor que la parte- desmentido por
los conjuntos transfinitos cantorianos y aun por el llamado
«principio de supersumatividad» -el todo es
más que la suma de las partes- que condujo a concepciones
místicas de la totalidad como Idea
«jorísmica» (la idea de Gestalt de
Ehrenfels y otros). Se comprende que pueda tomar cuerpo, en
muchas ocasiones, la tendencia a «prescindir» de las
ideas de todo y parte retirándolas, si fuese posible, como
ideas oscuras y pretenciosas, de los escenarios que buscan la
claridad y la realidad (K. Popper habló ya de la
conveniencia de olvidarse del todo para atenerse a una
suerte de «pensamiento fragmentario», en una
dirección que habría de ser recuperada años
más tarde por el llamado «pensamiento
débil» -la renuncia madura a los «grandes
relatos» sobre el todo– del postmodernismo). Pero
una cosa es desear eliminar críticamente las Ideas de todo
y parte y sus contaminaciones místicas del horizonte de
las ciencias positivas y también del horizonte de la
teoría de la ciencia, y otra cosa es poder eliminarlas.
Ocurre en la Idea de todo como con la Idea de verdad o con la
Idea de existencia: en vano se pretendería llevar adelante
un análisis gnoseológico prescindiendo de la idea
de verdad, o de la idea de existencia. Otro tanto hay que decir
de la Idea de todo. Pues esta idea es imprescindible en
teoría de la ciencia, por la sencilla razón de que
ella está presente, casi de modo ubicuo y, además,
esencial (no meramente ocasional u oblicuo) en las más
diversas ciencias y no hay una sola ciencia que no lleve
embebidas, en sus procedimientos, las ideas holóticas: en
Matemáticas (conceptos como «conjuntos»,
«clase», «elemento»,
«retícula», &c.); en las ciencias
físico-químicas («el principio de Lavoisier
y, en general, los «principios de
conservación»); en las ciencias biológicas,
sociales y culturales (ideas como las de organismo,
estructura
o sistema).

Ahora bien, defendemos la tesis de la inviabilidad
científica de una teoría holótica
«formal» (general) o, en nuestros términos, la
inviabilidad de un tratamiento categorial de los todos y las
partes como si la idea de totalidad, en general, fuese una
categoría (tal como la consideró Kant). Porque de
la consideración de las categorías como
totalidades, no se sigue que «todas las totalidades»,
ni menos aún, la Idea de totalidad, constituyan una
categoría. Sin embargo, esta conclusión
crítica no la llevamos hasta el extremo de un escepticismo
«en materia de teoría holótica». Antes
bien, nos parece imprescindible -dada la presencia ubicua de las
ideas de todo y parte en la «vida de las ciencias»-
establecer una doctrina que, aunque no sea científica,
sistematice sin embargo los modos principales de las ideas de
todo y parte que tienen que ver con las categorías (en
cuyo ámbito suponemos se desenvuelven las ciencias
positivas); una doctrina que despeje las confusiones a que
daría lugar la ausencia de cualquier
sistematización y que establezca los límites que
puedan mediar entre totalidades categorizadas (en las ciencias) y
las totalidades no cartegorizables, así como con las
realidades no categoriales (pero tampoco holóticas)
-suponiendo que existan-.

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CATEGORÍAS.- CONCEPTOS.-
IDEAS.-

La Idea de Categoría (en el sentido en que se
utiliza en la teoría del cierre categorial) tiene que ver
principalmente con las totalidades atributivas (y, a
través de éstas, con las totalidades distributivas)
[163]. Una categoría, a efectos gnoseológicos, es
una totalidad atributiva en la que ha sido posible concatenar,
por cierres operatorios, unas partes con otras en círculos
de radio más o menos amplio, intercomunicados entre
sí. Las categorías no son, según esto, meros
recursos taxonómicos; tienen una dimensión
arquitectónica. [164-167]

Las categorías constituyen una ejecución
del principio platónico de la symploké
(aun cuando este principio no implique, de por sí, el
principio de las categorías), según el cual
«no todo está vinculado con todo». Las
categorías son los círculos tejidos por los
términos y proposiciones, vinculados conceptualmente (y,
en el mejor caso, científicamente) [217]; lo que no quiere
decir que las categorías sean círculos o esferas
independientes, «megáricas».

Las Ideas atraviesan varias categorías,
o todas ellas: son «trascendentales»; sin embargo,
las Ideas no dan pie para una construcción
científica estricta, y su estudio corresponde a la
filosofía (que, por tanto, no es una ciencia, sin que esto
signifique que sea una construcción gratuita, arbitraria o
irracional).

Las ciencias, en cambio, se mantienen en los diferentes
recintos categoriales y constituyen el mejor criterio para
determinar una lista, si no una tabla, de categorías
(«tantas categorías como ciencias» en lugar de
«tantas ciencias como categorías»).

Concepto se utiliza aquí en
correlación con Idea. Nos referimos a los «conceptos
objetivos», no a los «conceptos subjetivos»
(entendidos por los escolásticos como resultados del
primer acto de la mente).

Concepto (objetivo) es la determinación
(delimitada frente a otras) de cualquier contenido
(término, relación, operación) dado
principalmente en un proceso de cierre categorial:

«concepto de triángulo»
– término«concepto de homotecia» –
relación«concepto de adicción» –
operación

Los conceptos objetivos se mantienen en el ámbito
de una categoría. Las ideas se forman principalmente sobre
conceptos de categorías diferentes. Las ciencias positivas
utilizan conceptos; las Ideas constituyen el campo de la
filosofía. Según esto, las Ideas
(objetivas) son una determinación resultante de la
confluencia de diversos conceptos que se conforman en el
terreno de las categorías (matemáticas,
biológicas, &c.) o de las tecnologías
(políticas, industriales, &c.), como puedan serlo las
Ideas de Causa, Libertad, Estructura, Materia, Categoría,
Razón, Ciencia, Hombre, &c.

El análisis de las Ideas, orientado a establecer
un sistema entre las mismas, desborda los métodos de las
ciencias particulares y constituye el objetivo positivo de la
filosofía. La Idea de Libertad, por ejemplo, no se reduce
al terreno de la política, del derecho, de la
sociología, de la moral o de la psicología;
también está presente en la estadística o en
la mecánica («grados de libertad»), en la
física o en la etología: cada una de estas
disciplinas puede ofrecer conceptos categoriales precisos de
libertad, pero la confrontación de todos estos conceptos,
desde la perspectiva de la Idea de Libertad, rebasa obviamente
cada una de estas disciplinas y su consideración
corresponde a la filosofía. [3, 5]

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Categorías del hacer.-
Categorías del ser.-

 Si nos atenemos al punto de vista
holótico, según el cual las categorías son
totalizaciones sistemáticas [162] resultantes de
operaciones de totalización [154-156, 160], podemos
encontrar un criterio para establecer órdenes de
categorías según que las categorías
resultantes tengan que ver, ya sea con totalidades efectivas
(segregadas estructuralmente de las operaciones genéticas)
ya sea con las operaciones de totalización (que acaso
sólo son, al menos en muchos casos, meramente
intencionales). Más aún, si mantenemos la tesis de
que toda totalidad categorizada es siempre el resultado de una
totalización, podríamos dibujar la posibilidad de
órdenes de categorías que, sin embargo, estuviesen
entre sí vinculadas por las conexiones que median entre
las operaciones y sus resultados.

Desde este punto de vista cabría agrupar las
categorías (atendiendo al grado de
«segregación» de las operaciones que ellas
hayan alcanzado) en dos grandes órdenes fundamentales.
Ordenes que no representarán necesariamente tanto la
distancia (o aislamiento) entre supuestos conjuntos o sistemas de
categorías que estuviesen «mutuamente vueltos de
espaldas», cuanto la inconmensurabilidad esencial entre
conjuntos de sistemas de categorías que, sin embargo,
resultan ser concurrentes (existencialmente) en la
constitución del mundo real de los
fenómenos.

Los dos órdenes fundamentales de
categorías que cabe determinar los denominaremos,
valiéndonos del par de ideas que, en lengua
española, se expresan por los verbos hacer y
ser. Mencionamos la lengua española precisamente
porque, en ella, hacer, aunque deriva del
facere latino, incluye también el significado del
agere (tanto decimos «hacer una casa» como
«hacer una ley»; una «faena» es, a la
vez, un trabajo de campo y una «maniobra» taurina y,
por extensión, política). Desde otros puntos de
vista podría considerarse este proceso como una
pérdida de acuidad semántica (comparable a la que
borró las diferencias entre el vel y el
aut latinos en un único
«o»); pero también puede
interpretarse este proceso como una «ganancia en
abstracción» o, sencillamente, como la
recuperación de un concepto genérico
(hacer, en el sentido de la praxis humana) que
hubiera sido «fracturado» por motivos
ideológicos (por ejemplo, por la división en clases
que opone los trabajadores manualeslaboratores, en el
ámbito de la idea del facere– a los
«hombres libres» –oratores,
políticos, en el ámbito del agere-). Por
otro lado, el facere latino corresponde a la
poiesis aristotélica, una «fuerza
natural» que habría de ser moderada y canalizada por
la virtud de la techné (que los latinos
tradujeron por «arte»); el agere latino
corresponde a la praxis aristotélica, una
«fuerza natural» que también habría de
ser moderada y canalizada por una virtud, la phronesis
(que los latinos tradujeron por prudentia). Ahora bien:
mientras que en román paladino el hacer
incorporó las funciones del agere, el lenguaje
propiamente académico (pero ampliamente difundido por la
tradición de Cieszkowski, Marx, el pragmatismo de James,
Gramsci, &c.) ha incorporado a la jurisdicción del
término praxis las funciones del
facere.

Tanto el «Reino del hacer» como el
«Reino del ser» contiene «unidades» que,
al menos aparentemente, se comportan de maneras que tienen mucho
que ver con las categorías. Por ejemplo, las doctrinas de
las virtudes (o de los hábitos), propuestas por
Platón, Aristóteles, Espinosa o Kant, se
desarrollan por medio de listas o tablas en las cuales se
representan «sistemas» de virtudes o de
hábitos relativamente independientes (aunque los estoicos
negasen este punto) susceptibles de ser poseídos, en
diverso grado, por los sujetos humanos (quien tiene
hábitos o virtudes artísticas o
tecnológicas, acaso carece de hábitos o virtudes
políticas o prudenciales); independencia que no excluye su
concatenación en la vida personal y social. No
constituye, por tanto, «cuanto a la cosa», ninguna
novedad el que hablemos de un «orden de categorías
del hacer», contraponiéndolo a un
«orden de categorías del ser». En
todo caso, la distinción entre estos dos órdenes de
categorías (de conjuntos de categorías
sistemáticas) puede ponerse en estrecha correspondencia
con otras distinciones. En la tradición
escolástica, con la distinción entre un
Entendimiento práctico y un Entendimiento especulativo; en
la tradición kantiana, con la distinción entre las
categorías de la Naturaleza y las
categorías de la Libertad. Esta distinción
se reproduce en la distinción que Kant propone en su
Antropología entre una «antropología
fisiológica» (que investiga «lo que la
Naturaleza hace del hombre») y una
«antropología en sentido pragmático»
(que investiga lo que el hombre mismo, como ser que obra
libremente «hace o puede hacer por sí mismo»:
«obrar libremente» puede interpretarse como un modo
de referirse a la praxis, en cuanto conducta
codeterminada por otras conductas, conductas normadas). [233-238,
258]

Desde el punto de vista gnoseológico, la
distinción entre las categorías del ser y las
categorías de la hacer se corresponde con la
distinción entre totalidades a-operatorias y
ß-operatorias, distinción que hay que poner en
correspondencia con la distinción gnoseológica
entre las ciencias naturales (entendidas a veces, desde
Abenhazam hasta Marx, como «ciencias comunes a todos los
pueblos») y las ciencias humanas o culturales
(entendidas a veces, desde Abenhazam hasta Pike, como
«ciencias propias de cada pueblo», como
folklore, en el sentido de Thoms) [225-232]. {TCC
596-599}.

CONEXIÓN ENTRE EL ORDEN DE
CATEGORÍAS DEL HACERY EL ORDEN DE CATEGORÍAS DEL
SER

 He aquí las tesis que, desde
el materialismo filosófico, mantenemos en relación
con la cuestión de la conexión entre el orden de
las categorías del hacer y el orden de las
categorías del ser.

(1) Ambos órdenes de categorías son
distintos, y las diferencias pueden declararse de muy diferentes
maneras. Subrayaremos el diferente «comportamiento»
de estos órdenes de categorías ante las
«categorías teleológicas»: mientras que
las categorías del hacer están
intrínsecamente asociadas con las categorías
teleológicas en sentido estricto (proléptico), en
cambio las categorías del ser se segregan de todo tipo de
prólepsis y de teleología proléptica.
[120]

(2) El orden de las categorías del hacer
comprende diversas categorías sistemáticas, y
conjuntos de categorías sistemáticas, tales como
«categorías tecnológicas»
(arquitectónicas, musicales), «categorías
políticas», «categorías
económicas», &c.

(3) Las categorías del hacer y, en particular,
las categorías tecnológicas, constituyen la
génesis de cualquier otro sistema o conjunto de
categorías. Esta es la versión, desde la doctrina
de las categorías, del principio del verum est
factum
(el concepto de ley natural, por ejemplo,
procedería de la política o de la moral). No hay,
según esto, categorías del Ser (o de la Naturaleza)
que puedan considerarse constituidas al margen de la praxis
humana, sin que esto quiera decir que se reduzcan a
ella.

(4) Supuesta la constitución de estructuras
categoriales objetivas (categorías del ser) admitimos que
ellas pueden alcanzar un grado de rigor mayor que el accesible a
las categorías del hacer que conducen a ellas.

(5) El mejor criterio que, supuesto lo anterior,
podríamos utilizar para delimitar las categorías
del ser (es decir, el radio de sus círculos respectivos),
será el que se funda en el análisis de los caminos
que conducen desde las categorías del hacer hasta las
categorías del ser, a saber: el análisis de los
procesos de constitución de las ciencias mismas. No
disponemos de ningún criterio objetivo para determinar las
categorías del ser, en función de las
categorías de la praxis, que pueda utilizarse con
independencia de la consideración de la realidad de las
mismas ciencias. No por ello sostenemos que la
«deducción del conjunto de las categorías
ontológicas» es asunto científico; en
realidad, no hay tal deducción, ni tal sistema de
categorías. Decimos sólo que el único
criterio que conocemos para establecer un conjunto (o rapsodia)
de categorías ontológicas (distintas de las
categorías de la praxis) son los «círculos
ontológicos» recortados por las propias ciencias,
interpretadas filosóficamente.

(6) Cada ciencia cerrada corresponderá, por
tanto, a una categoría sistemática, es decir, a un
sistema de categorías.

(7) Tantas categorías ontológicas
reconoceremos, según esto, cuantas ciencias cerradas
podamos admitir tras el análisis
crítico-gnoseológico.

Categorías ontológicas.-
Categorías gnoseológicas.-

Consideramos como auténticas categorías
ontológicas precisamente aquellas que puedan considerarse
delimitadas por las propias unidades científicas. Las
ciencias positivas constituidas son, según esto, nuestro
«hilo conductor», un hilo que no nos lleva, desde
luego, a un sistema o tabla de categorías, sino,
más bien, a una rapsodia de las mismas. Una rapsodia en la
que figurarán pongamos por caso, las
«categorías lógicas», las
«categorías matemáticas», las
«categorías mecánicas», las
«categorías químicas», las
«categorías biológicas», las
«categorías etológicas», las
«categorías antropológicas», las
«categorías lingüísticas», &c.
En el conjunto o rapsodia global de categorías
habrá que distinguir diferentes subconjuntos según
criterios capaces de englobar a ciertas categorías,
dejando fuera a otras; de este modo, podremos acaso poner a un
lado las categorías lógicas y las
matemáticas, englobándolas bajo el rótulo de
«categorías formales» (propiamente son
órdenes o subórdenes de categorías) y a otro
lado las categorías físicas, químicas,
biológicas, &c., englobándolas bajo el
rótulo de «categorías materiales». El
«principio» será siempre el mismo: tantas
categorías como ciencias; tantos tipos de
categorías como tipos de ciencias podamos establecer.

En este sentido, las categorías ontológicas se
corresponden con las categorías gnoseológicas y
recíprocamente. {TCC 602 / ? TCC 603-608, 618-646}
(borrar todos los anteriores).-

Cajamarca, septiembre del 2007

Escuela

A mis maestros de toda la vida…

Es tarde. Ya se han ido todos y he quedado sola. Me
espera un largo fin de semana. Hace frío, llueve y es
posible que me ponga melancólica. Pero esta noche, cuando
las sombras han invadido cada sector de mi estructura, cuando ha
quedado flotando en el aire el eco de las conversaciones y los
gritos de una semana intensa… quiero bajar al corazón de
mi misma, para recorrerme y revisar mi pasado y mi
presente.

Pienso en mis orígenes, en la construcción
que me permitió convertirme en una entidad real, en una
presencia familiar en la comunidad. No voy a entrar en los
detalles de los planos, los movimientos de tierra, la
acumulación de materiales, el laborioso trabajo de los
constructores y los obreros. Fue un estreno glorioso encontrarme
con las paredes nuevas, los pisos brillosos, los techos seguros,
los fundamentos sólidos, las aberturas aceitadas, el
mobiliario reluciente…

Me resulta difícil ver en las paredes de hoy los
muros de entonces: estas paredes descascaradas, manchadas,
escritas, mil veces pintadas -son todavía sólidas
pero necesitan cada vez más de cimientos confiables. Es
cierto que en algunos sectores- comprobados ciertos riesgos hubo
que rellenar grietas, agregar columnas, construir encadenados…
pero en el corazón de la tierra, en un fondo oscuro y
húmedo, resiste el corazón del hierro y el cemento.
Las paredes protectoras no pueden arreglarse por sí
mismas; no lo pudieron nunca… y menos en estos tiempos de
movimientos frecuentes.

Levanto la vista. Allá está el techo:
nadie discute su necesidad, porque es realmente lo que protege y
cubre… Pero nada es para siempre… y es el que más ha
sufrido cambios y transformaciones: no pudo aguantar tantas
modificaciones producidas. ¿A cuántos especialistas
tuvieron que llamar a lo largo de todos estos años para
resolver su estado crítico?

Cuando aparecí en el horizonte de la ciudad era
una de las construcciones más sólidas y mi
fortaleza se imponía en un paisaje de casas bajas y de
construcciones sencillas. A mi alrededor el escenario fue
cambiando y las casitas de entonces se transformaron en las
suntuosas casas de hoy, los terrenos baldíos se
convirtieron en imponentes edificios de departamentos y la
tranquilidad de las calles, en el infierno de la gran
ciudad.

Ustedes pensarán que estoy hablando de las cosas
materiales. En parte sí, en parte no. Una escuela es mucho
más que una construcción. Es una de esos
significantes que remiten a un significado material y a "otra
cosa"… La casa es la casa, el estadio es el estadio, el banco
es el banco, la cárcel es la cárcel, pero la
Escuela, es algo más: "la escuela festeja años",
"la escuela está en crisis", "la escuela se está
renovando"…

Todas estas frases reflejan mucho más que lo
material. Cuando me observo a mi misma y miro los pisos, los
techos,… ¿Sucede lo mismo con las Iglesias, los
Tribunales, las Empresas? ¿Los lugares remiten a
realidades que los contienen y los desbordan? ¿Sus
usuarios utilizan la denominación para designar de manera
indistinta a lo material y a lo institucional?

Los cimientos, las paredes y los techos… estoy
pensando además en otras cosas; en quienes diariamente me
habitan, en los que comprometen por años su existencia y
su labor profesional, en los educandos a quienes acompaño
en sus crecimientos. Y pienso también en los quehaceres,
que imaginariamente ubico en mi estructura: allá en el
techo, los conocimientos; aquí, en mis paredes, los
contenidos procedimentales; y abajo, en los cimientos, las
actitudes y los valores.

Soy la escuela. La escuela de hoy y de siempre. La
escuela material que refleja la otra escuela. Una estructura
exterior que permite reconocer los secretos de mi cara oculta. La
noche se ha tornado más fría. Tengo ganas de volver
al interior de mí misma. Recorro los rincones de este
cuerpo… y veo en las aulas, en los patios, en las amplias
galerías, en los huecos de las ventanas, las historias
más dispares. Las de ayer, las de hoy, las de siempre…
¡Cuántos esfuerzos para llevar adelante lo
imposible! ¡Qué mezquinas y lejanas las recompensas!
Casi no duermo, pero ciertas noches me sobresaltan algunos
sueños. Hoy es una de esas noches.

Mis pesadillas son terribles y curiosas. Me veo a mi
misma como una construcción y tengo miedo de proyectar
allí lo que me sucede como institución de la
sociedad. Contemplo una película de escenas fugaces y
sucesivas, con implacables saltos en el tiempo… y observo un
proceso paulatino y devastador sobre la escuela: un deterioro
progresivo, implacable, inhumano. De pronto veo que se caen los
techos a pedazos, un viento huracanado arrebata las chapas, se
agrietan las lozas, una lluvia intensa perfora los cielorrasos.
En medio del sueño, levanto mi mirada temerosa y veo un
cielo impecable, lejano, perfecto y una escuela totalmente
desprotegida. El sueño va y viene: primero aparecen,
silenciosas, algunas grietas, pequeñas fisuras… y luego
van cayendo los históricos ladrillos en un caos
destructivo…

Sobreviene una furiosa implosión o el juego de
topadoras alocadas destruyendo todos los muros… Al final algo
-terremoto seguramente- remueve, con sonido de película,
los cimientos y deja al desnudo los grandes abismos… Parece
curioso, pero nada hace prever el desenlace: los controles en
orden, las planillas correctas, los registros perfectos… y
hasta las previsiones de los constructores que en sus
diseños me habían…

Los conocimientos (como el techo) son el paraguas
protector y la razón de ser de la escuela… pero tienen
una difícil tarea: proteger (hacia abajo) y afrontar
(hacia arriba) todas las inclemencias del tiempo; no le podemos
pedir una fortaleza y una eternidad para la que no fueron
preparados; Los contenidos procedimentales exhiben una
consistencia que se afianza con los años y sobre su
estructura – sólida o endeble – descansa el techo. A veces
se desdibujan y parecen ocultarse, como si no existieran… pero
las paredes que cumplen la función de delimitar y
contener, también deben brindar protección, sino,
¿qué sería de la escuela? En los cimientos
moran los contenidos actitudinales: es lo que originalmente me
dio origen deberían seguir allí -en la oscuridad y
el silencio- dando consistencia al resto.

¿Cómo comprobarlo en el fragor de la lucha
diaria y del bombardeo de problemas? Sin su acerada presencia es
fácil que la pared se agriete y que los techos se
desplomen. Sobran experiencias al respecto. Los hábitos y
las actitudes están allí abriendo las puertas,
marcando el camino, tramando las condiciones de posibilidad de
todo… porque sin ellas no hay forma de construir. Esa ha sido
la razón de ser de mi histórica presencia. Los
hierros firmes y eternos que encadenan mi estructura en las
bases, se proyectan en forma de columnas en las paredes y
terminan en las vigas del techo. Hay una red (oculta) que me
recorre y enlaza todo… pero yo no podría sostenerme sin
los cimientos. Las actitudes claramente definidas y consolidadas
se proyectan en contenidos procedimentales y se cierran en la
apertura hacia los siempre dinámicos contenidos
conceptuales.

El universo de los valores recorre y sostiene desde la
base; los muros del saber hacer (y transferir) otorgan las
estructuras, y la vastedad del conocimiento (cambiante pero
sistemático, variado pero organizado, expansivo pero
nucleado en torno a grandes ejes, alternante pero capaz de
soportar cualquier crítica) permite constituirme
definitivamente en escuela.

Entonces, despierto enloquecida, me levanto de mi
letargo y voy apresurada a mirarme: toco las paredes, observo la
quietud y la firmeza del piso, la aparente seguridad del techo…
y respiro tranquila. Todo ha sido un sueño. Pero el
sobresalto llega siempre a la mañana siguiente. Recorro la
estructura material, acerco mis oídos al imperceptible
murmullo de los rincones, y observo que hay otra escuela, un
espejo en el que necesariamente me reflejo, otra realidad en la
que yo misma estoy padeciendo mi demolición.

El proceso destructivo sigue los mismos pasos: primero
me roban los conocimientos: los cambios tormentosos van
desnaturalizando su presencia y terminan por hacerlos volar; las
sustituciones son pasajeras e inservibles: un techo lejano e
infinito se alza sobre la escuela, definitivamente
desprotegida.

Luego van perdiendo valor los contenidos
procedimentales, los van carcomiendo la repetición y el
aburrimiento y los desploman la inutilidad y la falta de
imaginación. Finalmente se produce el perjuicio mayor: se
deshacen las actitudes y los valores. Un estadillo y miles de
acciones me van quitando lo poco que me queda, la única,
definitiva posibilidad de reiniciar el proceso de
re-construcción… Y como escuela, siento que quedo
vacía.

Y una escuela vacía, hueca, vieja, fría no
tiene ningún atractivo. A menos que me vuelvan
obligatoria, me disfracen de superficiales intereses o me
sostengan con otras intenciones, manifiestas u ocultas Tal vez
solamente se trate de un sueño, de una pesadilla de fin de
semana o de noche de lluvia.

¡Ayúdenme a despertar por favor,
ayúdenme a conocer la realidad o regálenme otro
sueño: la posibilidad de llegar a ser la que era… y para
siempre!

No. No estoy soñando. Una escuela nunca duerme.
Hay sobresaltos y sufrimientos que uno quisiera que no fueran
reales, pero a Ustedes no puedo engañarlos. Creo que mis
estructuras se han ido debilitando y que muchos se han
aprovechado de mi fragilidad.

Pero soplan vientos de conciencia crítica y de
entusiasmos renovados, se deja oír el murmullo de un mundo
que se va y de una civilización que nace, florecen caminos
abiertos y nuevos heroísmos urdidos en la trama de
esfuerzos cotidianos. Siento que la presencia de tantos
educadores preocupados por mis padecimientos es mi mejor remedio.
Y que la esperanza se instala en cada uno de ustedes para
recrearme para siempre.

Luis Ernesto((

Cajamarca, Ciudad del Cumbe, Cajamarca la
Hermosa,

Diciembre, mes de viento, calor y
frío; y de mucha alegría y jolgorio matinal;
2006.

_____________________________________

  • Por Dr. Luis Alberto Navarrete Obando;
    Abogado; Doctor en "Filosofía y Humanidades", por la
    Universidad "La Salle", Barcelona-España; Doctor en
    "Educación, Cultura y Desarrollo Social para
    América Latina y El Caribe", por la Universidad de La
    Habana-Cuba; Magister en "Ciencias de la Educación
    Superior e Investigación Universitaria", por la
    Universidad de La Habana – Cuba; Consultor Permanente de la
    UNESCO-ONU en Temas de Educación, Cultura y Desarrollo
    Social para América Latina y El Caribe; Escritor,
    Ensayista y Poeta; Miembro Numerario de la "Sociedad
    Latinoamericana Iusfilosófica"; Miembro Numerario de
    la "Sociedad de Leyes del Perú"; Condecorado como
    "Doctor Honoris Causa" por la Universidad Nacional
    Autónoma de México (UNAM) – México D.F.;
    incorporado como "Doctor Honoris Causa" por la
    Federación Nacional de Abogados de México;
    incorporado como "Honorarium Member" por la Federal
    Association of Lawyers of Los Angeles (EE.UU.);
    Catedrático Principal en la Escuela de Post Grado de
    la Universidad Nacional de Cajamarca; Colaborador Ad Honorem
    del Área de Investigaciones de la Universidad Nacional
    de Cajamarca; Catedrático invitado de la Escuela de
    Post Grado de la Universidad Nacional de Trujillo;
    Condecorado como "Doctor Honoris Causa" por la Universidad
    Nacional de Trujillo (La Libertad-Perú);
    Catedrático de la Facultad de Derecho y Ciencias
    Políticas de la Universidad Privada "Antonio Guillermo
    Urrelo" (Cajamarca-Perú); Catedrático de la
    Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la
    Universidad Privada "San Pedro" (Cajamarca-Perú); el
    autor del presente trabajo de investigación se
    desempeña en el dictado de las materias
    académicas de "Epistemología de las Ciencias
    Jurídicas" [el autor del presente trabajo es creador
    de esta materia jurídica, reconocido por la "Scuola
    della destra dell'università di Milano"
    (Milán-Italia)], "Filosofía del Derecho",
    "Sociología Jurídica", "Antropología
    Jurídica", "Deontología Jurídica y
    Práctica Forense", "Investigación
    Científica", e "Investigación Jurídica"
    en las Universidades antes mencionadas; colaborador de las
    Revistas Virtuales http://www.rie@oei.uh.cu,
    http://www.monografias.com,
    http://www.derechoycambiosocial.com,
    http://www.derechoypolítica@groups.msn.com; y otras;
    colaborador en la elaboración del "Diccionario
    Histórico Judicial de la Suprema Corte de Justicia de
    la Nación de México" y en el "Anuario de la
    Suprema Corte de Justicia de la Nación" de dicho
    país; colaborador en el "Anuario" (Revista anual) de
    la Universidad Nacional Autónoma de México D.F.
    (UNAM-México); colaborador en la Revista Anual de la
    Universidad de Milán (Italia); colaborador en la
    Revista de edición mensual de la Universidad de
    Barcelona (España); colaborador en la Revista de
    edición mensual de la Universidad de Madrid
    (España); colaborador en diferentes Diarios y Revistas
    especializadas en su país (Perú); Director de
    la "FUNDACIÓN PARA EL DESARROLLO Y BIENESTAR FAMILIAR"
    – FUNDEBIF, http://www.fundebif.blogspot.com; Gerente General
    del ESTUDIO JURÍDICO CONTABLE: NAVARRETE & OBANDO
    – ASESORES, CONSULTORES & ANALISTAS,
    http://www.navarreteabogados.org.com.pe,
    navarrete_abog@hotmail.com,
    navarrete_abog@yahoo.com.

Nota.- El autor del presente trabajo es
Columnista periodístico: "Derecho y Sociedad", de
los Diarios "La República", http://www.larepublica.com.pe;
"El Comercio", http://www.elcomercio.com.pe; Diario Oficial "El
Peruano", http://www.elperuano.com.pe, (lima); "La Industria",
http://www.laindustria.com.pe (Trujillo); Diario Oficial de
Cajamarca, "Panorama Cajamarquino", de circulación
Regional (Cajamarca),
http://www.panoramacaj@hotmail.com.

® Derechos reservados de Autor, registrado en
INDECOPI; "Derecho y Sociedad", Código de marca
registrada LANO-CPP-1420-P.

El presente trabajo iniciado en el mes de septiembre del
2007; con las conferencias realizadas en las diferentes
Universidades del mundo, donde el autor es invitado para exponer,
ha de seguir enriqueciendo su contenido; pues, el presente
trabajo de investigación, ha sido aprobado "Scuola della
destra dell'università di Milano" (Escuela de Derecho de
la Universidad de Milano) – Milán-Italia; y gracias al
apoyo académico del Dr. Paccini, Director de Dicha
Escuela.

Monografias.com

 

 

Autor:

Dr. Luis Alberto Navarrete
Obando
(

Monografias.com

Recorte periodístico que realizara
el periodista Lic. Jaime Abanto Padilla, sobre el Autor en Enero
del 2008

[1] SICHEZ RECAUNSÉS, Luis:
“Estudios de Filosofía del Derecho”.
Uteha-México. 1946. Ed. Fondo de Cultura. Pág.
37.

[2] ORTEGA Y GASSET, J.:
“Prólogo a una Historia de la
Filosofía”. Barcelona-España. 1962. Ed.
MARCIAL S.I.R.L. Pág. 47.

[3] MARX, Karl: “Filosofía de
las Ciencias”. Bs. As. 1973. Ed. CIEDLA. Pág.
73.

[4] NAVARRETE OBANDO, Luis Alberto:
“Apuntes de Filosofía, Sociología y
Antropología Jurídica”. Cajamarca. 2003.
Ed. Centro de Investigaciones de la Universidad Nacional de
Cajamarca. pp. 42-58.

[5] Ob. Cit. pp. 63-70.

[6] NAVARRETE OBANDO, Luis Alberto:
“Interpretación Filosófica a la
Teología de la Liberación del Padre
Gutiérrez: Una interpretación
Epistemológica”. Trujillo. 1083. Tesis Doctoral.
Ed. Studium. Pág. 33.

[7] BUMGE, Mario: “La Ciencia y el
Método Científico”. Lima. 1987. Ed. UMSM.
pp. 107-112.

[8] NAVARRETE OBANDO, Luis Alberto:
“Apuntes de Filosofía, Sociología y
Antropología Jurídica”. Ob. Cit. pp.
72-97.

[9] NAVARRETE OBANDO, Luis Alberto:
“Interpretación Filosófica a la
Teología de la Liberación del Padre
Gutiérrez: Una interpretación
Epistemológica”. Ob. Cit. Pág. 33.

[10] NAVARRETE OBANDO, Luis Alberto:
“Apuntes de Filosofía, Sociología y
Antropología Jurídica”. Ob. Cit. pp.
103-117.

[11] NAVARRETE OBANDO, Luis Alberto:
“Apuntes de Filosofía, Sociología y
Antropología Jurídica”. Ob. Cit. pp.
124-141.

[12] AFTALIÓN, Enrique y VILANOVA,
José: “Introducción al Derecho”. Bs.
As. 1992. Ed. ADELEDO-PERROT. Pág. 17.

[13] LACLAU, Martín: “Las Bases
Filosóficas de la Ciencia Jurídica”. Bs.
As. 1993. Anuario de Filosofía Jurídica y Social.
T. XII. Ed. ABELEDO-PERROT. Pág. 15.

[14] NAVARRETE OBANDO, Luis Alberto:
“Apuntes de Filosofía, Sociología y
Antropología Jurídica”. Ob. Cit.
Pág. 93.

[15] WITKER Velázquez, Jorge y LARIOS
Velasco, Rogelio: “Metodología
Jurídica”. México D.F. 2002. Segunda
Edición. Ed. Mc. Graw Hill. Pág. 93.

Partes: 1, 2
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